sábado, 6 de junio de 2015

5.5 Post modernismo, Tatuaje.

Se entrevistó a una estudiante y amiga de la Universidad Tecnologica de El Salvador, la cual estudia la cerrera de comunicaciones en su 3er año de estudio, ella tiene un tatuaje muy bonito el cual no tiene más que el color tradicional pero que tiene un gran significado en su vida para ella.

Para Sandra Edith Alfaro Vega que fue nuestra entrevistada, un tatuaje es un arte, a la edad de 24 años ella decidió tatuarse el nombre de su hija en la parte de su espalda alta, la cual es el gran amor de su vida, su hija de nombre Ivanna Alondra se ha convertido en todo para ella, es por eso que decidió tatuarse “Alondra” que es un pajarito y está relacionado con la naturaleza, manifiesta que le gustan mucho los tatuajes y no se arrepiente de haberse hecho el tatuaje, tal vez en un futuro ella decidiera tatuarse algo más. Ella piensa que los pearcing y los grafitis son un arte pero que lastimosamente en nuestro país no lo es visto de esa manera. En este mundo te discriminan por cualquier cosa: tus creencias, color de piel, clase social y la lista puede seguir y seguir; entonces no es ninguna novedad que te discriminen por decidir marcar tu piel de alguna manera, ya sea con un tatuaje o una perforación. Mucha gente piensa que el hecho de tener algo así en tu cuerpo te convierte automáticamente en un drogadicto vagabundo que se odia a sí mismo y todos deben rechazar.

Pero la realidad es que muy poca gente sabe de dónde vienen los tatuajes, no les importa que hay verdaderos artistas del tatuaje ni que es una forma más para expresarse; rechazan lo desconocido en lugar de buscar información y saber exactamente qué es lo que no les gusta. Según una definición de diccionario, un tatuaje es el grabado de dibujos en la piel humana, introduciendo materias colorantes bajo la epidermis, por las punzadas o picaduras previamente dispuestas. Pero un tatuaje es mucho más que eso, es una forma de demostrar identidad, pertenencia y un medio para decirle al mundo lo que pensamos de la vida.

Es claro que un tatuaje no es una decisión que deba tomarse a la ligera, pues, partiendo de que es algo que es para siempre (incluso los métodos para removerlos dejan una cicatriz), es necesario estar completamente seguros de que queremos hacerlo y de que verdaderamente queremos que aquello que decidimos marcar se quede ahí para siempre. Según los registros, se han encontrado momias tatuadas con más de cinco mil años de antigüedad que muestran marcas en la piel como símbolo de estatus, como forma de adorar a los dioses o como un método para identificar castas. En Oriente, por ejemplo, se sabe que se empezó a trabajar la técnica tradicional del tatuaje por ahí del siglo X a.C y que los tatuajes incluso fueron utilizados por algunos emperadores con líneas mucho más estéticas y de forma ornamental, pues en Japón se tenía la costumbre de marcar a los delincuentes con tatuajes vergonzosos; esto posteriormente se transformó en el Yakuza: un tipo de tatuaje que cubría casi la totalidad del cuerpo y servía para distinguir a los distintos bandos de la mafia japonesa.


Los tatuajes llegaron al mundo occidental gracias a los marineros que viajaron a la India y las Islas Polinesias, ahí tuvieron la oportunidad de ver el arte en la piel y fueron instruidos en la técnica del tatuaje. Se sabe que el primer estudio de tatuajes estuvo en la ciudad de Nueva York y abrió en 1846. El estudio atendía a los sectores populares y ser tatuador empezó a verse como una profesión después de la invención de la primera máquina de tatuajes. A pesar de que ya tenía valor estético, los nazis los utilizaron para marcar a sus víctimas al ingreso del campo de concentración, poniéndoles un número con tinta azul.

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